En Haití, una esclavitud infantil que no se atreve a decir su nombre

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© Julia Spiers - 8e étage

Con la esperanza de permitirles escapar de la pobreza extrema, familias haitianas desfavorecidas entregan a sus hijos a familias acomodadas, corriendo el riesgo de que se conviertan en restaveks, término controvertido que designa a un niño utilizado para realizar tareas domésticas e incluso sexuales. Una práctica acentuada por el terremoto de 2010, a pesar de una nueva estrategia nacional para protegerlos mejor.

“Para cambiar Haití, hay que empezar por cambiar la educación”, anuncia en letras mayúsculas un grafiti a la entrada de Puerto Príncipe. Más de ocho años después del terremoto del 12 de enero de 2010, la capital aún muestra las secuelas de la catástrofe natural que dejó más de 220.000 muertos y 300.000 heridos. Calles mal asfaltadas, aceras inexistentes y montañas de escombros hasta donde alcanza la vista.

En este país del Caribe, donde más de las tres cuartas partes de la población vivían con menos de 2 dólares al día en 2005, el terremoto agravó la situación y trastocó la vida de millones de habitantes, con los niños en primera línea. Según UNICEF, alrededor de 1,26 millones de ellos —más del 10% de la población del país— fueron directamente afectados por el sismo. De un día para otro, 100.000 quedaron huérfanos de al menos uno de sus padres. En total, se estima que más de 500.000 niños ya no viven con su familia biológica. Más vulnerables que los adultos, estos huérfanos deambulando por las calles se convirtieron en presas fáciles para los traficantes de niños…

La lucha por la protección infantil no es nueva en Haití. Desde hace muchos años constituye una preocupación para numerosas ONG presentes en Puerto Príncipe. Según Gertrude Séjour, directora general de la fundación Maurice Sixto, existe en el país “una práctica cultural que explica en parte el maltrato infantil. El discurso social los considera como pequeños animales, de ahí el proverbio ‘timoun se ti bèt’ (‘el niño es un pequeño animal’), que va en ese sentido. A través de nuestras acciones tratamos de cambiar las mentalidades sobre la situación de los niños en domesticidad, más conocidos bajo el término restaveks. Sentimos que nos escuchan, aunque todavía queda mucho trabajo por hacer, con leyes que siguen guardadas en los cajones”, concluye con cierta resignación, preguntándose después del asesinato de una persona de la fundación si su lucha realmente sirve de algo.

“Para entender bien el fenómeno de los restaveks, es necesario analizar su dimensión sociológica”, explica Patrick Saint-Pré, periodista del diario haitiano Le Nouvelliste. “Aquí todo es complicado. Hablar de restaveks es tabú, es un tema que incomoda. Las familias acomodadas suelen tener en su casa a un niño que no es suyo y que se ocupa de las tareas domésticas. Por lo general, va a la escuela pública mientras los otros niños asisten a escuelas privadas, creando una educación a doble velocidad.” Gertrude Séjour va aún más lejos en este análisis: “Un restavek es un niño que ya no vive con su familia biológica por diversas razones y que será explotado. Con frecuencia no va a la escuela y realiza tareas domésticas por encima de sus fuerzas. En la mayoría de los casos, se trata de niñas entre 5 y 14 años que sufren todo tipo de violencia: física, psicológica, verbal y hasta sexual.”

“NIÑOS QUE NO TIENEN DERECHO A SER NIÑOS”

Antes del terremoto, las cifras disponibles de distintas fuentes estimaban entre 170.000 y 300.000 restaveks. Según un estudio de 2014 encargado por UNICEF y una veintena de ONG en cooperación con el Estado haitiano, actualmente serían más de 407.000. Más de la mitad estarían en “situaciones inaceptables”, con una alarmante falta de atención médica, educación y recreación. “Niños que no tienen derecho a ser niños”, según la ONG World Vision Haití.

Todos los actores entrevistados coinciden en afirmar que el terremoto de 2010 exacerbó las violaciones preexistentes, especialmente la separación, el abandono y la negligencia, así como las prácticas de abuso y explotación sexual. Un estudio del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados advirtió que en 2011 la totalidad de mujeres y adolescentes encuestadas reportaron intercambios de favores sexuales para sobrevivir en los campamentos de desplazados.

Haití sigue marcado por una profunda desigualdad de clases, con un 1% de la población controlando casi la mitad de la riqueza. En el país, el 90% de los servicios educativos son administrados por el sector privado y el acceso a los servicios sociales básicos sigue siendo problemático, con un 40,1% de la población sin acceso a agua potable y un 53,2% sin electricidad. Esta situación trágica explica cómo familias que lo han perdido todo prefieren entregar, por amor o necesidad, a sus hijos a terceros—parientes (tía, madrina) o incluso desconocidos—con la esperanza de un futuro mejor.

Illustration Julia Spiers pour 8e étage

© Julia Spiers - 8e étage

El término criollo restavek es hoy cuestionado por las instituciones haitianas y los organismos humanitarios. Considerado peyorativo, atribuye de inmediato una etiqueta a niños que no siempre son maltratados. Estas instituciones prefieren hablar de “niños en situación de domesticidad” para diferenciar mejor entre comportamientos abusivos y aquellos tolerados por las costumbres del país.

Tras el terremoto, el Instituto de Bienestar Social y de Investigaciones (IBESR), adscrito directamente al Ministerio de Asuntos Sociales y Trabajo, implementó proyectos para combatir la explotación de menores, entre ellos el programa “Una Haití sin restaveks” y el dispositivo “Yon fanmi pou chak timoun” (“una familia para cada niño”), para buscar familias de acogida para los huérfanos en lugar de colocarlos en hogares infantiles. Estos lugares, similares a los orfanatos en Francia, plantean numerosos interrogantes en la práctica. En la mayoría de los casos tienen mala reputación debido a numerosos casos de maltrato comprobado, condiciones higiénicas deplorables y la presencia de traficantes más interesados en el lucro que en el bienestar del niño.

En 2015, el IBESR fue más lejos con una Estrategia Nacional de Protección del Niño (SNPE), hoja de ruta que abarca el periodo 2015–2020 con el apoyo de UNICEF y numerosas ONG. El objetivo declarado era coordinar mejor los recursos de los distintos actores. Ariel Villedrouin, directora general del IBESR, menciona de inmediato el periodo de inestabilidad posterior al terremoto: “Antes de 2010 había un centenar de hogares infantiles. Un año después contábamos 776. Se creó un vasto mercado en el que los traficantes se aprovecharon de la debilidad del control estatal para hacer sus negocios. Nuestro papel fue primero reforzar el marco legal firmando convenios internacionales y creando leyes sobre adopción y trata de niños. Pudimos cerrar más de 160 de estas estructuras, un proceso largo que exige acompañar a los cientos de niños afectados para evitar que terminen en la calle, un entorno propicio para la delincuencia”.

1 DE CADA 5 NIÑOS NO TIENE ACTA DE NACIMIENTO

El gran problema para tener un impacto real en toda la sociedad: la falta de recursos para articular una política pública clara. El presupuesto destinado a la protección infantil es irrisorio, representando solo el 0,55% del presupuesto nacional. “En el IBESR contamos con 52.683.560 gourdes (aprox. 660.000 euros) al año, de los cuales 81% se destina a salarios e indemnizaciones del personal. Solo quedan 10.000.000 gourdes (aprox. 125.000 euros) para gastos operativos. Dependemos enormemente del financiamiento de UNICEF y de las ONG para implementar esta estrategia”, admite Ariel Villedrouin.

Si la llegada al poder de Jovenel Moïse en febrero de 2017 puso fin a una inestabilidad política con un parlamento anteriormente considerado disfuncional, el trabajo por hacer sigue siendo considerable. El Senado y la Asamblea Nacional tienen pendiente una agenda legislativa importante, incluyendo la ratificación de una ley para establecer un código de protección del niño. Este código existe desde 1997, con su última versión aprobada por el Consejo de Ministros en 2015. Sin embargo, actualmente divergencias entre senadores impiden su firma y, por tanto, su entrada en vigor.

Según Joanitho Jethro Thomas Dubois, coordinador de protección de Terre des Hommes —ONG suiza—, “el mayor desafío sigue siendo la aplicación de las leyes. La voluntad política existe, con el trabajo del IBESR y la voz de la primera dama, Martine Moïse, muy comprometida con esta causa, pero quienes explotan a los niños rara vez son perseguidos por la justicia. No recuerdo haber visto en periódicos o televisión el reporte de un juicio por abusos contra restaveks… según mi opinión, este fenómeno sigue siendo insuficientemente tratado, como si estuviera normalizado.” Una observación compartida por Ariel Villedrouin: “Todavía hay debilidades que subsanar en el ámbito judicial. Es difícil probar que un niño es víctima de explotación en una familia que lo acogió, aún más si se trata de parientes de la familia biológica. En caso de violación, podemos probar el abuso; lo demás es más delicado.” Eugene Guillaume, de la ONG Lumos, menciona también una falta de divulgación: “Un niño debería poder entender cómo la ley puede protegerlo de los abusos y permitirle denunciar más fácilmente comportamientos perversos para que sean sancionados.”

En el día a día, el trabajo principal del IBESR, de UNICEF y de las ONG consiste en realizar acciones de sensibilización para informar a la población y ejercer más presión sobre el gobierno haitiano para que la protección infantil reciba un presupuesto mayor. Otro eje, cada vez más importante, es la formación de familias de acogida a través de programas que duran varios meses, para que los hogares infantiles —mejor controlados— se conviertan únicamente en último recurso. Con el apoyo de Canadá, UNICEF ha acompañado desde abril de 2017 a más de 6.000 familias para mejorar la escolarización de los niños mediante un sistema de apoyo destinado a reducir su vulnerabilidad.

A nivel estatal, la Brigada de Protección de Menores (BPM) interviene conjuntamente con el IBESR desde 2012; existe un número de emergencia para denunciar comportamientos abusivos, y el Tribunal de Menores puede hacerse cargo de un caso con tres jueces especializados en Puerto Príncipe. Otro avance, a comienzos de 2017, fue la creación del software Sistema de Información Nacional de Protección y Seguridad del Niño (SINAPSE), financiado por la Embajada de Francia para el IBESR, con el fin de crear fichas de identidad de los niños que no viven con sus padres. Un enorme desafío en un país donde, según UNICEF, el 19% de los niños no tenía acta de nacimiento en 2010.


Sébastien Roux

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Este artículo fue publicado en el sitio web 8e étage en mayo de 2018