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Surfistas en Benín: una especie en peligro de extinción

 

Situado entre Togo y Nigeria, este pequeño país de África Occidental cuenta con 121 kilómetros de costa que dan al golfo de Guinea. Con un shorebreak que no deja margen para el error y olas que cierran rápidamente, pocos surfistas se atreven a lanzarse al agua...

Amanece en Cotonú y el rugido de los zems, las mototaxis, ya llena las calles empedradas y arenosas de la ciudad más grande de Benín. En la terraza de su apartamento, a unos cien metros del mar, Martin Lozivit, un geógrafo bretón afincado aquí desde el verano de 2017, toma su café sin poder observar el oleaje. Son las 8 de la mañana y ya sopla el harmattan, un viento del noreste presente en enero en esta región del mundo, que trae consigo aire caliente y polvo.

Martin sabe que no debe entretenerse. Su última buena sesión fue a mediados de diciembre, en Grand-Popo, ciudad fronteriza con Togo. Se dirige a Coco Beach, el nuevo refugio de surfistas y bodyboarders. «La mejor temporada es de mediados de noviembre a finales de enero, el resto del año es más raro tener la oportunidad de surfear. Las condiciones son más propicias para el bodyboard, con olas que rompen cerca de la orilla sin llegar a desarrollarse». Mientras charlan en el agua con Abbas Jeradi, un libanés que creció en Benín, los dos hombres deciden abandonar el spot de Coco Beach para probar otro, conocido simplemente como «el que está detrás del campo de fútbol». La sesión resulta mejor con unos segundos de deslizamiento en un agua que roza los 30 °C. Un grupo de benineses los observa incrédulos desde la arena, visiblemente poco acostumbrados a este tipo de espectáculo. Pocos lugareños saben nadar entre las olas y las corrientes, por no hablar de los temores relacionados con Mami Wata, la deidad acuática de la religión vudú.

 
 

Ingenio y motivación

Encontrar surfistas en Benín no es tarea fácil. No hay escuelas de surf y conseguir tablas o material es toda una odisea. Todo parece indicar que esta práctica no existe, a menos que se vaya a Ghana o Costa de Marfil. En 2006, con la creación de un colectivo de surfistas, The Endless Harmattan, la comunidad local intentó motivarse e intercambiar buenos planes para organizar sesiones en la costa beninesa. Houssein Faouaz, de origen guineano, participó en esta aventura. Ahora es el último fundador que sigue viviendo en Benín: «Al principio, me daba bastante miedo el mar agitado y la fuerza de las corrientes, temía lesionarme o romper una tabla. Decidimos buscar los mejores lugares con algunos amigos. Está La Méduse, junto al puerto, pero el agua está realmente asquerosa con todos los cargueros que pasan... El Sheraton, cerca del aeropuerto, no está mal, o el Wado, un poco más lejos, en la carretera de la pesca, con un auténtico espíritu surfero».

Inspirándose en la icónica película The Endless Summer, el colectivo incluso organizó una competición en 2010. Pero los años han pasado y es difícil mantener el vínculo entre esta comunidad de apasionados, muchos de los cuales se han ido a vivir a otros lugares. En cuanto al material, el ingenio prima sobre todo lo demás, como demuestra el intento de Martin y Houssein de reparar las tablas con los medios disponibles, que terminó en una reacción química imprevista. Pero eso no les desanima. Los dos surfistas son conscientes de las condiciones de su terreno de juego. Martin: «Las condiciones son opuestas a las de Plouharnel, en Morbihan, donde aprendí a surfear, un beachbreak accesible para todos los niveles. Aquí he mejorado mis take-offs siendo más reactivo». Houssein mira hacia el futuro con un nuevo proyecto, los Red Phoenix, una mezcla de deslizamiento sobre el agua y derrapes sobre la arena, decidido a resucitar de sus cenizas el entusiasmo por el surf en Benín.


Sébastien Roux

 

Este artículo está disponible en la revista Surf Session de abril-mayo de 2019